lunes, 5 de septiembre de 2011

Sobre instantes


La taza en la mano derecha, el pancito con pate en la mano izquierda, la vista fija en la televisión y la mente desvariando en los recuerdos.

-Nosotros nos subíamos arriba del palto y sentado en las ramas nos comíamos todas las paltas, un año dio tantas que las ramas se doblaban del peso.-me dijo mientras yo miraba la tele; hace ya 3 semanas que no me sentaba a tomar once con el viejo, se le veía en la cara lo mucho que extrañaba a alguien que lo acompañara a tomar el te, alguien que estuviera ahí para escucharlo, porque si hay algo que tienen los tatitas son miles de historias para contar y mi tata, mi tata no era la excepción .

- Por mi casa pasaron tantas personas, y después todos nos dieron la espalda.- dijo con algo más de nostalgia.- los amigos de la negra y los míos se fueron yendo.

-la gente es mal agradecida.-agregue yo, pensando en sus palabras, que por cierto , eran verdad, mucha gente había estado sentada en esta misma silla donde yo tomaba once, muchas personas estuvieron en esta casa que hace 40 años aloja a mi familia, muchos amigos rieron, muchas personas pidieron ayuda y muchos, por no decir todos, tuvieron en esta , todo lo que necesitaran, porque si hay algo que mis abuelos nunca le negaron a alguien fue la ayuda y la compañía, el cariño y el techo.

-Pedro Vistoso, incluso, vivió aquí; todos dicen que es muy simpático, pero a mi, a mi no me gusta. Una vez en su casa dijo algo que no me gusto, yo se que fue una broma, pero no me gusto.- decía mientras miraba a la tele, aunque yo sabia que no la estaba viendo en realidad.

Mi tata, inspiración mía para tantas historias, no es de las personas que llamen la atención al pasar, ni que se caracterice por hablar mucho; Es un poco de todo, un poco de silencio, un poco de alegría, un poco de niñez y un poco de grandeza, un poco de eso que hace a los buenos ser buenos, mi tata tiene manos forjadas en la tierra, el porte de los montes y los ojos llenos de paisajes, atardeceres anaranjados de años lejanos. Mi tata mueve los pies todos los días, camina de un lado para otro, haciendo esto y lo otro, arreglando aquí y allá, inventando cosas, mejorando la vida, aunque la suya hace ya 3 años haya dejado de tener cierto sentido.

Mi tata se sienta en su sillón, mira la tele y mueve los pies, le molesta descansar, le molesta sentirse inútil, le molesta no estar ocupado, pero inevitablemente cada ves que posa su cabeza en el cojín del sillón, cierra sus ojos y duerme, porque a su edad, soñar es siempre mas bello que vivir en ocaso.

Tengo 18 años, estudio en la universidad, me creo grande, pero cada ves que veo al gigante de mi tata , no puedo evitar sentirme como una niña, corro a abrazarlo para sentir su aroma de antaño y su cariño contenido y no puedo mas que limitarme a pensar que es el mejor, que lo arregla todo, que todo lo puede. Ahora mismo lo veo, me contengo las ganas de llorar y las remplazo por una sonrisa, por que lo veo dormir en su sillón, y se que esta soñando, seguramente con su viejita y con los tiempos mejores, esos lejanos que hicieron de el, lo que es, mi tatita.

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